martes, 19 de febrero de 2013

Capítulo 21: Un regalo para Alba

Cuando me dirigía al garaje a por el GT-R para ir al trabajo, una llamada hizo que saliese de mi mundo interior de pesquisas sobre quien me estaba amenazando para devolverme a la realidad. Quien llamaba era Alba.
- ¡Hola! ¿ya has salido para el trabajo?
- No, aún no...
- Quería pedirte un favor, ¿puedes acercarme al trabajo? Es que no tengo el coche y... bueno, te cuento luego...
- Sin problema, en cinco minutos estoy ahí.
- ¡Muchas gracias!
La casa de Alba no me quedaba muy a desmano, sería perder cinco minutos. Al llegar a su portal, ella ya estaba esperándome en la acera, me hizo un gesto con el brazo para indicarme su posición. Paré y ella se subió corriendo. 
- Muchas gracias y perdón por la molestia.
- De nada.
- Verás, Andrés tuvo ayer un accidente con el coche...
- Pero, ¿está bien?
- Sí, a él no le pasó nada, pero el coche quedó siniestro. Su trabajo queda bastante lejos de casa, así que le dejo mi coche. Tenemos que mirar de uno nuevo, tan pronto le tasen el suyo.
- Me alegro de que sólo fuese un susto. No te preocupes por nada, puedes venir conmigo el tiempo que necesites.
- Gracias, en serio, pero no quiero abusar, dime cuanto te debo de gasolina y ya está.
- No me debes nada, mujer, hoy por ti, mañana por mi...
- Eso no es así...
- Mira, en vez de pagarme hoy la gasolina, me invitas al café del descanso y luego ya hablaremos.
Eso pareció convencerla un poco, al menos ahora estaba más tranquila. De su gesto deduje que tenía el mismo problema que yo: odiaba ir en un coche sin conducirlo. Para mí, no ir de conductor en un coche era algo muy incómodo, no iba a gusto.
Llegamos a la empresa y aparqué en la plaza de costumbre, no estaban reservadas, pero todo el mundo parecía respetar las plazas donde los demás tenían costumbre de aparcar. Al llegar al despacho, tras saludar a Carlota, empecé a revisar una carpeta sobre un caso de impago de uno de los transportes. Se trataba de una unidad de BMW M3 coupé, serie e92, cuyo dueño se negaba a pagar el transporte hasta su casa, por lo que la empresa, retuvo el coche en las instalaciones hasta que no se efectuase el pago. Se demandó a la empresa, que ganó el pleito, ahora nosotros reclamábamos el precio del mantenimiento del coche. Llevaba seis meses en una de las naves, y nos había llegado un recado del dueño del M3, ya no lo quería y permitía a la empresa que lo vendiese y del precio obtenido por su venta se cobrase la suma correspondiente al transporte del coche y su mantenimiento. Lo que el Consejo quería saber era si podíamos aceptar las condiciones que el dueño del M3 se ajustaban a Derecho. Di mi vista favorable al trato.
El resto de la mañana me lo pasé repasando proyectos de contratos y alguna que otra sentencia. Sobre las once, los nudillos de Carlota golpearon mi puerta, quería avisarme de que Alba venía a buscarme. Me puse la americana y abandoné el despacho. Alba y yo nos dirigimos hacia la máquina del café, allí estaba mi padre.
- Buenos días chicos, ¿cómo va todo?
- Bien, la verdad. Oye papá, ¿dónde está el M3 del tío que se negó a pagar el transporte?
- En la nave cuatro, ¿queréis ver los coches que hay allí? También los hay muy interesantes allí.
- Por mi sí.
- Sí, claro. Apuntó Alba.
Salimos del edificio de oficinas, cruzando el aparcamiento y pasando por delante de la nave número siete, cuyo portón estaba abierto. Un camión estaba esperando para que cargasen los dos Agera R que nos habían prestado días atrás. Me quedé un rato observando el embarque de aquellos hiperdeportivos, a saber cuándo volvería a ver uno de aquellos por las calles. Poco después llegamos a la nave cuatro. Era mucho más pequeña que la siete, más antigua. Mi padre sacó la llave del portón de su bolsillo. Al abrir el portón y encenderse las luces vi una colección de coches menor en número que la de la nave siete, pero tan o mas espectacular. Allí, en primer plano, el M3. Estaba pintado en negro, por su matrícula deduje que tendría poco más de un año, debió ser comprado de segunda mano, pero estaba inmaculado. Según mi padre, tenía veinticinco mil kilómetros. Aquel coche era muy bonito, pero algo llamó mucho más mi atención. Allí, al fondo, entre un Mercedes Clase G y un Ford GT, había un bulto bajito gris que se me antojaba muy conocido. antes de dirigirme al fondo de la nave, me giré y vi a Alba mirando profundamente al M3. Ella se confesaba bemeuvista acérrima. Siempre decía que tenía la suerte de conducir su coche favorito, el serie 3. Ella lo rodeaba numerosas veces, miraba cada milímetro de la carrocería. Se quedó mirando al coche desde el frente, suspiró largamente y se agachó para ver el disco de freno delantero derecho. Parecía que ambos, coche y mujer, estaban en un juego de seducción, y parecía que se gustaban mutuamente. Ella se levantó y me vio, sonrió y dijo:
- Me encanta. Un M3, vaya preciosidad.
- Pues te lo dejo barato -dijo mi padre- tuyo por veinte mil euros. Es un precio de amigo. Todos los coches que están aquí o son de la empresa como el M3, o decidí quedármelos yo. A Juan nunca le dije nada, pero desde que empecé a transportar deportivos, empezaron a gustarme los coches. Todos estos están aquí o por que sus dueños se negaron a pagar el transporte, o porque los mandaron de vuelta, por un capricho decidieron que ya no los querían. El M3, no me interesa demasiado, es un cochazo pero demasiado duro para mí. 
- Uff, veinte mil, es una ganga aunque se me hace demasiado, no sé...
- Mira, piénsatelo bien. Te propongo un trato, lo pagas a plazos, quinientos euros o mil al mes, y así en algo menos de dos años es tuyo. Sin intereses, ¿que te parece?
- Muy tentador, la verdad, pero....
- Venga mujer, date un capricho -dije yo-.
- Oye, que esto no es un bolso de firma ni nada por el estilo. Es un coche, mi favorito, me contentaría sólo con dar una vuelta en él.
- Eso tiene solución -dijo mi padre- me pides las llaves y listo, úsalo cuanto quieras, como si fuese tu coche de empresa, jaja.
- Gracias, pero me pensaré lo de comprarlo.
Entonces me acerqué finalmente al fondo del garaje, me olvidé del Ford GT,  del Lamborghini Countach y el Ferrari F430 Scudería que estaban a mi derecha. Aquel bulto gris estaba seduciéndome a mi como el M3 lo hizo con Alba. Si había algún coche del que estuviese más enamorado que mi Shelby, ese era el McLaren F1, y allí había uno. Mi padre y Alba se acercaron a mí.
- ¿Eeee.. eso es un...? -Dije titubeando-.
- Sí, un McLaren F1. Una historia muy triste, era de un cliente inglés que falleció de un infarto en Marbella, apareció dentro del coche. Su hija pagó la custodia del coche en nuestras instalaciones, hasta que la llamé para saber si quería que le enviásemos el coche. Ella dijo que no quería saber nada de él, que le recordaba demasiado a su padre, que si lo quería, podía quedármelo. Lleva unos dos meses aquí. Es impresionante. Sabía que te gustaba este coche, por eso decidí guardarlo en la colección. Todo lo que ves aquí, son coches olvidados y odiados por sus dueños.
- ¿Sabéis una cosa? Este McLaren, exactamente este, lo vi en Marbella la primera vez que estuve allí, me saqué una foto con Rebeca y con el coche. Me enamoré de él. 
- ¿Es el de la foto de tu despacho? -dijo Alba-.
- Sí, no puedo creer que sea el mismo coche. 
Empecé a rodearlo, lo miraba con la misma mirada que le dedicaría a una hermosa mujer, era impresionante. Empecé a susurrarle al coche, como Nicolas Cage a "Eleanor" en "60 Segundos".
- Hola preciosidad, ¿me recuerdas? Yo nunca pude olvidarte, tu imagen se gravó en mi mente desde que te vi en Marbella. Sigues tan bella como aquel día. Me encantaría poder dar una vuelta contigo -dije mientras acariciaba el pontón izquierdo- prometo tratarte con delicadeza...
- ¡Estás loquísmo! -dijo Alba-. ¡Sólo tu puedes meterle ficha a un coche!
- ¡Eh! que tu te has dejado meter ficha por el M3, jajaja.
- Bueno, pero es diferente. Ella se echó a reír de manera escandalosa.
- A ver chicos, haya paz -dijo mi padre- puedes llevártelo hasta la noche para dar una vuelta.
Entonces mi padre se dirigió hacia un armarito metálico que había en la pared. Abrió su puerta y sacó unas llaves, eran las del F1. Me las alcanzó, y no me atreví a sentarme en él, abrí todos los departamentos, incluidos los pontones laterales, que albergaban el juego de maletas específico del coche. Miré el vano motor, cubierto en parte por láminas de oro, para disipar el calor que emitía el enorme V12 fabricado por BMW. Cerré el capó con cuidado, al igual que los pontones. Me dirigí al frente, en el pequeño capó me encontré la caja de herramientas, era un juego completo de llaves, por lo que ponían en los grabados, se trataba de llaves de titanio recubiertas en nitrito de oro. Me pareció un detalle frívolo, aunque según McLaren era para garantizar la durabilidad de las herramientas. Sólo sé que si llevase una de aquellas llaves a una tienda de empeños, ganaría unos buenos eurillos.
Volvimos al trabajo, yo empezaba a sentir una especie de "síndrome de Sthendal", tanta maravilla mecánica junta empezaba a causarme mareos. A la hora de salir, Alba llegó por mi despacho, quería volver a saludar a su nuevo amor, aquel M3 negro que la sedujo.
Yo aún tenía en mis manos las llaves del McLaren F1, nos dirigimos a la nave cuatro y me acomodé, tras mucho esfuerzo, en el asiento central del McLaren. Alba decidió sentarse a mi derecha.

- ¡Dios! Espero que sea tan rápido como incómodo.
Yo, mientras Alba se quejaba, seguía con mi plan de "El hombre que susurraba a los caballos" de vapor, en este caso.
- Voy a tratarme con mucho cuidado, no te preocupes por nada...
- ¡Menos charla y más marcha! -dijo ella-. Quiero comer hoy en casa, ya ligarás con el coche más tarde.
Entonces encendí el motor, su sonido bronco era muy bonito, casi tanto como el del Shelby, aunque sigo pensando que los motores antiguos y carburados tienen un "je ne sais pas quoi" que hace que su sonido sea más atractivo y contundente. Engrané primera, y entre toses del V12, enfilamos la salida de la nave. Tras salir de la empresa, empecé a acelerar con ganas, aquel motor era más impresionante que el del Koenigsegg, sobre todo al estirar las marchas, el aullido del doce cilindros era insuperable. Ni un concierto de Paganini podría superarlo, ni la novena sinfonía de Beethoven era más contundente y poderosa. Adelantar a un camión fue un juego de niños, reduje una marcha y Alba y yo nos aplastamos contra los asientos, y en el tiempo de un parpadeo, lo habíamos dejado atrás. Siempre me consideré partidario de los motores atmosféricos de altas prestaciones. Los turbo tendrían mejor rendimiento, pero yo prefería los atmosféricos por una razón casi poética. Experimentar en el McLaren una reducción de marchas, con la subida de revoluciones y el sonido que producía era algo épico. No tengo nada en contra de las válvulas de descarga soplando, pero es mucho más bello y espectacular aullido de un motor atmosférico rozando el corte de inyección que el resoplido de un turbo. Llegamos a su casa y se bajó del coche. 
- No corre tanto como el Agera, pero suena mucho mejor. ¡Para que veas que buenos son los motores de BMW!
- No pienso discutir sobre eso, ¿quieres venir a la tarde dar una vuelta en él?
- Me encantaría, pero no puedo. Disfrútalo -dijo muy seria-. ¡Hasta mañana!
Llegué a casa, Rebeca y mi pequeña Alba salieron a recibirme. Rebeca alucinaba con aquel coche, no recordaba que era el mismo que el de la foto en Marbella.
Comí en casa, y tras descansar un poco, busqué mis guantes de piloto para dar una vuelta con el McLaren. Durante más de dos horas rodé por las carreteras con aquella joya de coleccionista, era impresionante. Decidí devolverlo a su garaje, para coger mi Gt-R. Lo aparqué con cuidado, le devolví las llaves a mi padre y volví a casa.
Al llegar miré mi móvil, tenía un whatsapp de Alba, ponía que no podía dejar de pensar en el M3, era una oferta muy tentadora y para pregutnarme que tal me fuera con el McLaren. Entonces pensé en todo lo que ella había hecho por mí, me salvó la vida cuando intenté ahorcarme, siempre me ayudó cuando lo necesité, siempre estuvo dispuesta a cuidar de nuestra hija, su ahijada, sin ni siquiera pedírselo. Mi situación económica me permitía descontarme quinientos euros de sueldo para pagarle el coche, ella se lo merecía. Se lo comenté a Rebeca, dijo que le parecía una buena idea, sería un detalle con ella. Rebeca también le tenía mucho aprecio a Alba, la verdad es que ella se hacía querer.
A la mañana siguiente fui a recogerla a su casa para ir al trabajo. Al descanso, quiso volver a la nave cuatro, a mirar el M3.
De vuelta al trabajo, mi padre entró en mi despacho aproveché para hablar del tema.
- ¿Sigue en venta el M3?
- Sí, pero iba a reservárselo a Alba...
- Bueno, para ella será, pero lo pago yo.
- Tengo otra idea, la chica es casi de la familia, que se lo lleve.
- Vale, dame las llaves, ya me encargo yo de los papeles.
Cuando la llevaba de vuelta a su casa, le quise gastar una broma.
- Alba, han vendido el M3... lo siento...
- ¡Qué! qué mala suerte...
- ¿Esta tarde vas a estar en casa?
- Sí, no creo que salga, ¿por?
- Ah nada, a lo mejor me paso. Ya te avisaré.
Esa misma tarde comí rápido, tan pronto como acabé de lavar los platos, me fui a la empresa. Saqué el M3 de la nave y me dirigí a una gasolinera cercana, llené el depósito y lo lavé. De allí fui a la gestoría de un amigo a recoger los papeles del coche. Una vez guardé los papeles, conduje hasta la calle donde vivía Alba. Un grupo de chavales se quedó mirando al coche mientras aparcaba a escasos metros de su portal. Al bajarme tiré las fundas de plástico que cubría la tapicería de cuero marrón rojizo en una papelera. La llamé y le dije que me abriese. Subí hasta su piso. Estuve hablando un rato con ella, su novio aún no había vuelto del trabajo. Tras eso, vi que era el momento de darle la sorpresa. 
- Vi algo en la calle que a lo mejor te interesa ver.
- ¿Lo que?
- Baja y lo ves...
Ella cogió un abrigo y bajó. Al llegar a la acera y ver el M3 se quedó de piedra.
- ¡Serás cabrón! Aún encima que no pude comprarlo vienes a enseñarme que está aquí...

Yo estaba apoyado a una pared, mientras ella me insultaba, empecé a jugar con las llaves del coche, a lo "American Graffitti", lanzándolas al aire y recogiéndolas.
- Mira lo que tengo. -Se quedó mirándome, entonces le lancé las llaves.- Es tuyo, un regalo de parte de mi padre y mío, sólo tienes que firmar los papeles y ya está.
Ella cogió las llaves, estaba muy emocionada, corrió a darme un beso y un abrazo.
- Dios, ¡gracias! Me encanta, gracias por el regalo, es mi coche favorito, os quiero.
- De nada mujer, bien lo mereces. ¿No vas a probar esos 420 caballos?
- Sí claro, dame un minuto para coger la cartera y vamos. 
Subió y bajó a la velocidad del rayo. Ajustó el asiento y arrancó, salió haciendo patinar las ruedas, apurando primera. Tras salir del centro, puso rumbo hacia la antigua carretera de la Coruña, cruzando el puente del Pedrido, tras subir aquellas curvas enlazadas a ritmo vivo, llegamos a la rotonda del cruce de Sada, donde salió en dirección hacia Betanzos, para después, en un cruce seguir hacia Mariñán y volver al puente del Pedrido. Iba rápido, el cruce lo dio totalmente de lado, volviendo a enderezar el coche haciendo un contravolante con un golpe de muñeca. Iba concentrada, pero en su rostro se dibujaba una enorme sonrisa de satisfacción.
Ella paró en Pontedeume, en una cafetería. Estaba ilusionadísima con su M3.
- Me encanta, es precioso, ¡cómo se nota que le saca el doble de potencia al 325!
- Sí, aparte va más fino de suspensiones, disfruta de tu propulsión al estilo clásico.
- Muchas gracias, en serio.
- Dáselas a mi padre.
Entonces cogió el teléfono y lo llamó para agradecerle el regalo. Después me llevó de vuelta a casa. Unas horas más tarde me mandó un whatsapp volviendo a agradecer el regalo.
El hecho de saber que había hecho feliz a una persona y que no había ninguna nota amenazante esperándome me permitió estar tranquilo un buen rato.

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